El estudio del aprendizaje humano se concentra en la forma en
que los individuos adquieren y modifican sus conocimientos, habilidades,
estrategias, creencias y comportamientos. Casi todos los profesionales
concuerdan en que el aprendizaje es un cambio perdurable en la conducta o en
la capacidad para conducirse de cierta manera, que resulta de la práctica o de
otras experiencias. Esta definición excluye los cambios temporales debidos a
enfermedades, fatigas o drogas, así como los comportamientos madurativos o
instintivos, aunque muchos de estos últimos requieren ambientes sensibles para manifestarse.
Las teorías brindan marcos de referencia para dar sentido a
las observaciones ambientales, servir de puente entre la investigación y las prácticas
educativas, y como herramientas para organizar y convertir los hallazgos en
recomendaciones para la docencia. Las formas de la investigación son la
correlacional, la experimental y la cualitativa. La investigación se realiza
en laboratorios o en el campo. Los métodos habituales de evaluar el aprendizaje
son las observaciones directas, las respuestas escritas y orales, las
calificaciones de terceros y los autorreportes.
Las teorías del aprendizaje difieren en el modo de tratar los
temas fundamentales, de los cuales los más importantes tienen que ver con la
forma en que ocurre el aprendizaje y
los elementos que influyen en él, cuál es la función de la memoria y cuál
la de la motivación, cómo se da la transferencia y qué clase de aprendizaje
explica mejor la teoría.
Con frecuencia se ve a la teoría del aprendizaje y a la práctica
educativa como antagónicas, aunque, de hecho, son complementarias; ninguna basta
para la buena enseñanza y el aprendizaje. La mera teoría pierde la importancia
de los factores contextuales. La experiencia práctica sola es situacional y
carece de la estructura general para organizar el conocimiento de la docencia
y el aprendizaje. Por lo común, teoría y práctica se influyen.
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