De acuerdo con la postura cognoscitiva que presentamos aquí,
el aprendizaje es inferencial: no lo observamos directamente pues ocurre en el
interior, sino que atendemos a sus resultados o productos. La definición de
aprendizaje incluye el enunciado de un cambio en la capacidad de desempeñarse
de cierta manera para dar cuenta de los actos aprendidos pero no realizados en
el momento del aprendizaje.
Por definición, cuando hablamos de evaluar el aprendizaje nos
ocupamos de los resultados del aprendizaje. Los investigadores y profesionales
emplean diversas técnicas de evaluación que comprenden la observación directa,
las respuestas escritas y orales, las calificaciones de terceros y los informes
personales (tabla) Veamos ahora cada una de ellas.
Categoría
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Definición
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Observaciones directas
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Ejemplos de conducta que
revelan aprendizaje
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Respuestas escritas
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Desempeño por escrito en
pruebas, cuestionarios, tareas y ensayos
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Respuestas orales
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Preguntas, comentarios y
respuestas verbales durante la enseñanza
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Calificaciones de terceros
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Juicios de los
observadores sobre los atributos que indican el aprendizaje de los sujetos
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Autorreportes
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Juicios de la gente sobre
ella misma
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Cuestionarios
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Reactivos o preguntas
para contestar por escrito
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Entrevistas
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Preguntas para contestar oralmente
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Recapitulación dirigida
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Recuerdo de los
pensamientos que acompañaban la ejecución de una tarea
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Reflexiones en voz alta
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Verbalización de
pensamientos, actividades y sentimientos mientras se desempeña un cometido
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Diálogos
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Conversaciones entre dos
o más personas
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Tabla . Métodos de
evaluación del aprendizaje
Las observaciones directas son las instancias en que
contemplamos la conducta de los estudiantes que demuestran un aprendizaje, y se
utilizan comúnmente para evaluarlo. El maestro de química, preocupado porque
sus alumnos asimilen los procedimientos de laboratorio, evalúa su aprendizaje
observándolas en esas instalaciones para determinar si se conducen con
propiedad. Y el profesor de educación física que las enseña a regatear con el
balón de básquetbol, las ve en acción para decidir que tan bien dominan la
habilidad. Por su parte, la maestra de primaria elemental estima que tan bien
han aprendido sus niños las reglas del aula por la forma en que se comportan.
Las observaciones directas son indicadores válidos del
aprendizaje en tanto sean honestas y reciban poca influencia de los
observados. Funcionan mejor si primero se especifican las conductas y luego se
atiende a los estudiantes para averiguar si proceden de ese modo.
Hay dos desventajas en este método. Una tiene que ver con la afirmación
de que el aprendizaje es inferencial, y que lo inferimos del comportamiento.
Las observaciones conductuales directas ignoran los procesos cognoscitivos y afectivos
que están detrás de la conducta, de modo que el indicador muestra el resultado,
no lo que lo produce o contribuye. Así, el maestro de química sabe que los
estudiantes han aprendido un comportamiento, pero no lo que piensan de ello
mientras siguen los procedimientos, que tan seguros están de que hacen lo
correcto, etcétera.
La segunda desventaja es que, en tanto la observación directa
de la conducta señala que ha ocurrido un aprendizaje, lo contrario no
necesariamente es cierto: la ausencia de un comportamiento apropiado no
significa necesariamente que no haya habido aprendizaje, pues, como es
inferencial, hay una brecha entre éste y su expresión conductual. Es adecuado
hablar, entonces, de aprendizaje y de la ejecución de dicho aprendizaje, dado que
el aprendizaje no es el único factor que influye en el desempeño. Aun si ha
ocurrido, hay varias razones por las que los estudiantes no lo ponen en
práctica: carecen de la motivación para hacerlo, se encuentran indispuestos,
están ocupados en otras cosas, hay consideraciones sociales que les impiden
conducirse de esa manera, etc. Tenemos que descartar estos otros elementos para
concluir, de la ausencia de desempeño, que no ha habido aprendizaje, y esto
suele requerir la suposición de que los estudiantes acostumbran hacer su mejor
esfuerzo, de modo que si no vemos resultados se diga que no han aprendido; pero
ese supuesto no siempre se puede garantizar.
Respuestas escritas
Las respuestas escritas de los estudiantes brindan otra forma
de evaluar el aprendizaje. Para ello, los maestros aplican pruebas y
cuestionarios, asignan tareas y encargan trabajos e informes de fin de cursos,
y estiman lo aprendido merced a las respuestas de los estudiantes. Basados en el
nivel de dominio que exhiben los escritos, los profesores deciden si se ha
logrado un aprendizaje conveniente o bien si se necesita más instrucción porque
los alumnos no entienden del todo el material.
Las respuestas escritas se emplean a menudo con fines de evaluación.
Imaginemos que un maestro prepara una unidad sobre 1a geografía de una región
alejada del país. Empieza asumiendo (fundado en el programa y una valoración
del conocimiento de los estudiantes) que saben poco del tema, y quizá antes de
iniciar las clases haga incluso un examen preliminar para sustentar su
suposición, si los alumnos tienen malas calificaciones. A continuación, el
maestro imparte la unidad y al terminar aplica un examen. Si los estudiantes
logran calificaciones elevadas, concluye que han aprendido el material.
Por la facilidad de su empleo y su capacidad para cubrir una
amplia gama de material, las respuestas escritas son aconsejables como
indicadores de lo aprendido, pero a la vez obligan a docentes e investigadores
a dar por sentado que reflejan un aprendizaje real y como hemos visto, dicha
suposición suscita problema, puesto que el aprendizaje es inferencial y hay
muchos factores que influyen en la conducta, aun si los estudiantes verdaderamente
han aprendido. Cuando asumimos que las respuestas escritas son indicadores
certeros, conjeturamos que los alumnos hacen su mejor esfuerzo y que no hay elementos
que los sobrepasen (fatiga, enfermedades. trampas) y que los afecten de tal
modo que sus trabajos escritos no representen lo que ahora saben. Hemos de
mantenernos en guardia de continuo para controlar los factores extraños que
puedan alterar el desempeño y enturbiar las evaluaciones.
Respuestas orales
Buena parte de la exposición anterior se extiende a las
respuestas orales, ya que, al igual que las escritas, pertenecen a la cultura
de las escuelas. En las aulas, los maestros piden a los estudiantes que
contesten de palabra y estiman su aprendizaje según las respuestas. Otra forma
de respuestas orales proviene de las preguntas que formulan los alumnos en
clase, pues muchas manifiestan una falta de comprensión, señal de que no ha
habido aprendizaje.
Al igual que las respuestas escritas, las orales nos exigen
asumir que son indicadores válidos de lo que los estudiantes saben, suposición
que no siempre está garantizada. Además, a la preocupación que despierta esta
distinción entre aprendizaje y desempeño se suma el problema de que la sola
verbalización es ya una tarea, y que quizá se les dificulte convertir lo aprendido
en respuestas orales, al grado de que quienes sufren de ansiedades sociales no
quieran contestar de palabra. Asimismo, al tratar contenidos difíciles podrían
pasar apuros para expresar sus conocimientos en voz alta. Con frecuencia, los
maestros intentan reformular lo que los alumnos dicen, pero ello bien puede no
reflejar correctamente la naturaleza de su pensamiento.
Calificaciones de terceros
Otra forma de evaluar el aprendizaje es hacer que maestros,
padres, directores, investigadores, condiscípulos y otros califiquen la
cantidad o la calidad del aprendizaje de los alumnos (digamos: "¿qué tan bien
resuelve Juan problemas del tipo 52 x 36 =?", "¿cuánto avanzó Alicia
en sus habilidades gráficas durante los últimos seis meses?"). Con frecuencia,
los investigadores se sirven de estas calificaciones de terceros como una
fuente de datos adicional a los acopiados por observación u otros medios. Una
costumbre habitual es recabar de padres, directores y maestros las
calificaciones de quienes se sospecha que tienen problemas de aprendizaje (por
ejemplo: "¿aprende Luis con facilidad la ortografía de las palabras
nuevas?").
Una ventaja de este tipo de evaluación es que los observadores
son más objetivos con los estudiantes que éstos consigo mismos (con los informes
personales, que veremos enseguida). También es posible intentar la comprensión de
los procesos de aprendizaje que determinan las acciones y, entonces, conseguir
datos no asequibles mediante la observación directa. Si bien aquéllos
requieren de más inferencia que ésta, quizá sea difícil estimar la facilidad de
los estudiantes para aprender o profundizar en sus conocimientos. Además, las calificaciones
de terceros también dependen del recuerdo de los observadores sobre lo que los
alumnos hacen y, dado que la memoria es selectiva, podría ocurrir que las
evaluaciones no fueran indicadores válidos. De cualquier forma, ésta técnica suele
ofrecer un mecanismo útil para obtener información sobre el aprendizaje.
Autorreportes
Con autorreportes
nos referimos a los juicios y las afirmaciones que la gente hace de sí misma y
que adoptan diversas formas: cuestionarios, encuestas, recapitulaciones dirigidas,
reflexiones en voz alta y diálogos. Vamos a considerarlas una por una.
Los cuestionarios presentan
a los participantes reactivos o preguntas acerca de sus actos y pensamientos, de
modo que ellos registren las actividades a las que se dedican, el grado de dominio
que se atribuyen y qué tanto y con qué frecuencia las practican (por ejemplo:
"¿hace cuánto que estudia francés?" o "¿qué tan difíciles le parecen
los teoremas de la geometría?"). Muchos de estos instrumentos requieren que
se asignen calificaciones en escalas numéricas ("En una escala de 10 punto,
en la que 1 = 'incompetencia' y 10 = 'maestría', califique su nivel de destreza
en las subdivisiones).
Las entrevistas son
una forma de cuestionario en las que un entrevistador expone las preguntas o los
puntos por revisar y el sujeto responde de palabra. Por lo general se conducen
individualmente, aunque es posible aplicarlas a grupos. El investigador definiría
un contexto de aprendizaje y preguntaría a los estudiantes cómo suelen sentirse
en él (digamos, "cuando el profesor comienza la clase de matemáticas, ¿en
qué piensan?, ¿qué tan bien creen que se desenvolverán?"). A veces, si las
respuestas son cortas u oscuras, los entrevistadores tienen que estimular a los
participantes.
En el procedimiento de recapitulación
dirigida, el participante se ocupa de una tarea mientras es filmado.
Enseguida, observa la cinta y recuerda sus pensamientos en varios puntos, en
ocasiones con los entrevistadores presentes para interrogarlo ("¿qué pensaba
cuando se atoró con ese problema?"). Es imperativo que el procedimiento de
recapitulación tenga lugar poco después de la ejecución para evitar el olvido.
Las reflexiones en voz
alta consisten en que los estudiantes verbalizan sus pensamientos, actos y
sentimientos mientras realizan una tarea. Los observadores pueden grabar las
expresiones y luego calificar el grado de comprensión del material. Para que
este procedimiento sea útil, los participantes han de hablar, y muchas veces
los estudiantes no están acostumbrados a hacerlo mientras trabajan; a algunos les
parecerá embarazoso y estarán muy conscientes de ellos mismos o tendrán
dificultades para explayar sus pensamientos. Por último, puede ocurrir que los
investigadores tengan que exhortarlos si no discurren.
El diálogo es otra
clase de autorreporte o informe personal, una conversación entre dos o más
personas durante una tarea de aprendizaje. Al igual que las reflexiones en voz
alta, es posible grabar los diálogos y luego revisarlos en busca de
afirmaciones que revelen aprendizaje y los factores de ese ambiente que lo
trastornan. Aunque se sirven de interacciones en tanto los estudiantes
trabajan, requieren alga de análisis de interpretación, con lo que pueden ir más
allá de los meros elementos de la situación.
La elección del método de autorreporte debe ajustarse al
objetivo de la evaluación. Los cuestionarios son provechosos porque tratan
mucho material; las entrevistas son mejores para explorar a fondo unos cuantos
temas. La recapitulación dirigida pide a los participantes que recuerden sus
pensamientos cuando llevaban a cabo las actividades, mientras que las reflexiones
en voz alta examinan los pensamientos actuales. Por último, los diálogos
brindan oportunidades únicas para investigar las pautas de interacción social.
Habitualmente, los instrumentos de autorreporte se elaboran y
aplican con facilidad; los cuestionarios son fáciles de llenar y calificar.
Pero hay un problema cuando se requiere hacer inferencias a partir de las
respuestas de los estudiantes y, en esas condiciones, es crucial contar con un
sistema de calificación confiable. Otras preocupaciones son que los alumnos den
respuestas aceptables que no reflejen sus opiniones, que la información que
entregan coincida con la conducta real y que los muy pequeños puedan referirse
a ellos mismos con justeza. Garantizar la confidencialidad de los datos ayuda a
que los participantes respondan con honestidad. Una buena manera de validar
estos informes consiste en emplear diversas formas de evaluación (por ejemplo,
sumar a los informes observaciones directas y respuestas orales y escritas).
Hay evidencias de que a partir del tercer grado escolar los autorreportes son
indicadores válidos y confiables de las creencias y acciones que están
destinados a valorar (Assor y Connell, 1992), pero los investigadores han de
utilizarlos con cautela y diseñar sus estudios de modo que lleven al mínimo la posibilidad
de problemas.
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