Esta sección se ocupa de la función propia de la teoría del aprendizaje
en el aula y en los medios no escolares donde ocurre el aprendizaje. De modo
ideal, la teoría debía estar muy vinculada a las prácticas educativas, pero no
siempre es así.
Los educadores tienen distintas reacciones ante la función de
la teoría del aprendizaje en su área. Muchos profesionales la aprueban con
firmeza y se esfuerzan por aplicar sus principios en su trabajo con
estudiantes, maestros y padres. No obstante, hay quienes externan
preocupaciones acerca de su utilidad. Algunos se preguntan por qué deben conocer
esas teorías, pues han estado enseñando bien sin conocimientos teóricos y, como
pretenden seguir haciéndolo, es evidente que esperan resultados similares. Por
el contrario, quienes no están seguros de qué hacer preguntan u observan la
forma en que los más experimentados enfrentan la misma situación y luego
acomodan su conducta en consecuencia. Algunos profesionales creen que los
estudiantes aprenderán del mismo modo sin importar cómo se les instruya. En
fin, una reacción extrema es la de quienes afirman que no es aconsejable
aplicar la teoría del aprendizaje a la educación, puesto que lleva a
predicciones erróneas, y con frecuencia citan un incidente en el cual alguien
en una escuela trató de aplicar lo que había aprendido en una clase de esa
teoría y el resultado fue desastroso para los niños.
Es fácil ver el porqué de algunas de estas críticas. Este
libro contiene ejemplos de ideas teóricas que a primera vista no parecen tener
gran relevancia para la educación. Por ejemplo, durante la primera mitad del
siglo muchos experimentos sobre el aprendizaje se realizaron con animales, y
uno se pregunta si sus hallazgos pueden aplicarse a los seres humanos. Y también,
como hemos dicho, buena parte de la investigación llevada a cabo en el pasado
lo fue en las ambientes muy controlados de los laboratorios, lo que limita la generalización
de los resultados a los medias educativos. Más aún, muchos estudios sobre el
aprendizaje piden asimilar cosas poco relevantes para la vida real (como sílabas
sin sentido, oraciones revueltas) y con sujetos brillantes, motivados para aprender
y en la cúspide de sus capacidades de adquisición (como universitarios voluntarios).
Muchas veces se requiere un verdadero salto a ciegas para ir
de los descubrimientos de estos estudios y de las teorías con las que se
relacionan hasta la aplicación de esos conocimientos en el aula y en otros ambientes
educativos; pero recuerde que, antes que nada, la investigación exige la repetición.
La congruencia en los hallazgos de diferentes estudios realizados por distintos
investigadores en diversas locaciones fortalece la utilidad de una teoría para
la educación.
No hay que ver a la teoría del aprendizaje y a las prácticas
educativas como polos opuestos, sino más bien como complementos para mejorar la
enseñanza y el aprendizaje: ningún factor basta por sí mismo. La teoría del
aprendizaje no sustituye a la experiencia pues, sin ella, podría equivocarse y
subestimar los efectos de los elementos contextuales. Usada, en cambio, con
propiedad, brinda un marco de referencia para tomar decisiones educativas.
Por el otro lado, la experiencia sin la teoría suele ser un
despilfarro y a veces es nociva. Sin la guía de un marco teórico, cada situación
es única, de modo que la toma de decisiones se vuelve un estado de ensayo y
error hasta que algo funciona. La enseñanza se reduce a grupos de reglas
particulares ("si ocurre X hay que hacer Y"). La experiencia puede
atemperar la teoría y confirmar sus predicciones, o bien proponer revisiones.
También es cierto que teoría y práctica se influyen recíprocamente.
Muchas elaboraciones teóricas acaban implantadas en las aulas. Las prácticas
docentes contemporáneas -el aprendizaje cooperativo y el trabajo con
estudiantes de distintos niveles de habilidad en la misma aula- tienen fuertes cimientos teóricos y numerosas
evidencias que los apoyan. En el otro sentido, la práctica educativa también
influye en la teoría, las primeras teorías del procesamiento de información no
eran directamente aplicables al aprendizaje en las escuelas porque no
consideraban otros factores que los relacionados con el procesamiento de los
contenidos que influían en la forma de asimilación de los estudiantes. Sólo
hasta hace poco los psicó1ogos de la cognición han comenzado a estudiar los
contenidos académicos, lo que ha llevado a revisar las teorías.
Una de las metas de este libro es que el lector integre
teoría, investigación y práctica. De continuo nos preguntaremos cómo se aplican
los principios y los descubrimientos a los ambientes educativos dentro y fuera
de la escuela; a la vez, procuraremos mejorar nuestros conocimientos teóricos
gracias a los resultados de la práctica docente informada.
Gracias por la información.
ResponderBorrarEsto es plagio del libro de Schunk, D. H. (1997). Teorías del aprendizaje. Pearson educación.
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