viernes, 19 de junio de 2015

La teoría del aprendizaje dentro y fuera del aula

Esta sección se ocupa de la función propia de la teoría del aprendizaje en el aula y en los medios no escolares donde ocurre el aprendizaje. De modo ideal, la teoría debía estar muy vinculada a las prácticas educativas, pero no siempre es así.
Los educadores tienen distintas reacciones ante la función de la teoría del aprendizaje en su área. Muchos profesionales la aprueban con firmeza y se esfuerzan por aplicar sus principios en su trabajo con estudiantes, maestros y padres. No obstante, hay quienes externan preocupaciones acerca de su utilidad. Algunos se preguntan por qué deben co­nocer esas teorías, pues han estado enseñando bien sin conocimientos teóricos y, como pretenden seguir haciéndolo, es evidente que esperan resultados similares. Por el contra­rio, quienes no están seguros de qué hacer preguntan u observan la forma en que los más experimentados enfrentan la misma situación y luego acomodan su conducta en conse­cuencia. Algunos profesionales creen que los estudiantes aprenderán del mismo modo sin importar cómo se les instruya. En fin, una reacción extrema es la de quienes afirman que no es aconsejable aplicar la teoría del aprendizaje a la educación, puesto que lleva a predicciones erróneas, y con frecuencia citan un incidente en el cual alguien en una es­cuela trató de aplicar lo que había aprendido en una clase de esa teoría y el resultado fue desastroso para los niños.
Es fácil ver el porqué de algunas de estas críticas. Este libro contiene ejemplos de ideas teóricas que a primera vista no parecen tener gran relevancia para la educación. Por ejemplo, durante la primera mitad del siglo muchos experimentos sobre el aprendizaje se realizaron con animales, y uno se pregunta si sus hallazgos pueden aplicarse a los seres humanos. Y también, como hemos dicho, buena parte de la investigación llevada a cabo en el pasado lo fue en las ambientes muy controlados de los laboratorios, lo que limita la generalización de los resultados a los medias educativos. Más aún, muchos estudios sobre el aprendizaje piden asimilar cosas poco relevantes para la vida real (como sílabas sin sentido, oraciones revueltas) y con sujetos brillantes, motivados para aprender y en la cúspide de sus capacidades de adquisición (como universitarios voluntarios).
Muchas veces se requiere un verdadero salto a ciegas para ir de los descubrimientos de estos estudios y de las teorías con las que se relacionan hasta la aplicación de esos conocimientos en el aula y en otros ambientes educativos; pero recuerde que, antes que nada, la investigación exige la repetición. La congruencia en los hallazgos de diferentes estudios realizados por distintos investigadores en diversas locaciones fortalece la utilidad de una teoría para la educación.
No hay que ver a la teoría del aprendizaje y a las prácticas educativas como polos opuestos, sino más bien como complementos para mejorar la enseñanza y el aprendizaje: ningún factor basta por sí mismo. La teoría del aprendizaje no sustituye a la experiencia pues, sin ella, podría equivocarse y subestimar los efectos de los elementos contextuales. Usada, en cambio, con propiedad, brinda un marco de referencia para tomar decisiones educativas.
Por el otro lado, la experiencia sin la teoría suele ser un despilfarro y a veces es nociva. Sin la guía de un marco teórico, cada situación es única, de modo que la toma de decisio­nes se vuelve un estado de ensayo y error hasta que algo funciona. La enseñanza se reduce a grupos de reglas particulares ("si ocurre X hay que hacer Y"). La experiencia puede atemperar la teoría y confirmar sus predicciones, o bien proponer revisiones.
También es cierto que teoría y práctica se influyen recíprocamente. Muchas elaboraciones teóricas acaban implantadas en las aulas. Las prácticas docentes contemporáneas -el aprendizaje cooperativo y el trabajo con estudiantes de distintos niveles de habilidad en la misma aula-  tienen fuertes cimientos teóricos y numerosas evidencias que los apo­yan. En el otro sentido, la práctica educativa también influye en la teoría, las primeras teorías del procesamiento de información no eran directamente aplicables al aprendizaje en las escuelas porque no consideraban otros factores que los relacionados con el procesamiento de los contenidos que influían en la forma de asimilación de los estudiantes. Sólo hasta hace poco los psicó1ogos de la cognición han comenzado a estudiar los contenidos académicos, lo que ha llevado a revisar las teorías.

Una de las metas de este libro es que el lector integre teoría, investigación y práctica. De continuo nos preguntaremos cómo se aplican los principios y los descubrimientos a los ambientes educativos dentro y fuera de la escuela; a la vez, procuraremos mejo­rar nuestros conocimientos teóricos gracias a los resultados de la práctica docente informada.

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