Casi todos los teóricos aceptarían en principio nuestra
definición de aprendizaje, pero al avanzar en ella hallamos que tales teóricos
no concuerdan en numerosos temas de importancia para el aprendizaje. La
presente sección se ocupa de algunos de estos temas y señala los orígenes de
las polémicas entre las posturas teóricas (tabla 1.3).
Tabla 1.3
Temas
fundamentales en el estudio del aprendizaje
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¿Cómo ocurre el
aprendizaje?
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¿Qué factores influyen
en él?
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¿Cuál es la función de la memoria?
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¿Cuál es la función de la motivación?
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¿Cómo ocurre la
transferencia?
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¿Qué forma de
aprendizaje explica mejor la teoría?
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¿Cómo ocurre el aprendizaje?
Un tema básico en el estudio del aprendizaje concierne al
proceso por el que ocurre. Antes de revisar ésta y otras cuestiones distingamos
entre teorías conductuales y cognoscitivas del aprendizaje. Comprender algunas suposiciones
generales de esas teorías favorece el dominio de los conceptos que sustentan el
aprendizaje humano y de forma en que se construyen los principios teóricos.
Las teorías conductuales consideran que el aprendizaje es un
cambio en la tasa de frecuencia de aparición o la forma del comportamiento
(respuesta), sobre todo como función de cambios ambientales. Afirman que
aprender consiste en la formación de asociaciones entre estímulos y respuestas.
Por ejemplo, en opinión de Skinner (1953), es probable que se dé una respuesta a
un estímulo en función de las consecuencias de responder: las consecuencias
reforzantes hacen más probable que ocurra de nuevo, mientras que las consecuencias
aversivas lo vuelven menos plausible.
El conductismo tuvo una fuerza considerable en la psicología
de la primera mitad siglo, de modo que muchas posturas históricas representan
teorías conductuales que aplican el aprendizaje en términos de fenómenos
observables. Los teóricos de esta corriente sostienen que la explicación del aprendizaje
no necesita incluir pensamientos y sentimientos, no porque esos estados
internos no existan (puesto que en efecto existen), será porque tal explicación
se encuentra en el medio y en la historia de cada quien.
Por su parte, las teorías cognoscitivas subrayan la adquisición
de conocimiento y estructuras mentales y el procesamiento de información y
creencias. A ese respecto, el presente libro se centra sobre el aprendizaje
como un fenómeno mental, interno, que infiere de lo que la gente dice y hace.
Un tema capital de estas teorías es el procesamiento mental de información: su
adquisición, organización, codificación, repaso, almacenamiento y recuperación
de la memoria y olvido.
Así como no hay una sola teoría conductual del aprendizaje, no
existe una única postura cognoscitiva pues, aunque sus teóricos comparten la
opinión sobre la importancia de los procesos mentales en el aprendizaje, no
concuerdan en cuáles de ellos son importantes. Este texto se ocupa de sus
diferencias, que quedarán claras al revisar temas como modelos de memoria y las
formas de incitar los procesos cognoscitivos de los estudiantes mientras aprenden.
Estos conceptos sobre el aprendizaje tienen considerables
implicaciones para la práctica educativa. Las teorías conductuales implican que
los maestros deben disponer el ambiente de modo que los alumnos respondan
apropiadamente a los estímulos. Las teorías cognoscitivas insisten en que el
conocimiento sea significativo y en tomar en cuenta opiniones de los
estudiantes acerca de sí mismos y de su medio. Los maestros necesitan considerar
cómo se manifiestan los procesos mentales durante el aprendizaje. En una
palabra, la forma en que ocurre el aprendizaje influye no sólo en la estructura
y la presentación de la información, sino también en cuáles son las mejores
actividades para los estudiantes.
¿Qué factores influyen en el aprendizaje?
Las teorías conductuales y cognoscitivas concuerdan en que el
medio y las diferencias entre los estudiantes influyen en el aprendizaje, pero
disienten en la importancia relativa que conceden a estos elementos. Las teorías
conductuales subrayan la función del medio, esto es, la disposición y la
presentación de los estímulos, así como el modo de reforzar las respuestas, y
asignan menos importancia a las diferencias individuales que las teorías
cognoscitivas. Dos variables del estudiante que el conductismo considera son el
historial de reforzamiento (el grado al que el individuo ha sido reforzado por desempeñar
la misma tarea o una similar) y el estadio de desarrollo (qué puede hacer dado
su desarrollo físico y mental actuales). Así, las limitaciones mentales dificultarán
el aprendizaje de habilidades complejas, y las discapacidades físicas impedirán
la adquisición de conductas motoras.
Las teorías cognoscitivas reconocen que las condiciones ambientales
favorecen el aprendizaje. Las explicaciones y demostraciones que dan los
maestros de los conceptos hacen las veces de entrada de información para los
estudiantes, y el ejercicio de las habilidades -aunado a la retroalimentación
correctiva cuando sea preciso- también promueve aprender. Al mismo tiempo,
estas teorías arguyen que los meros factores educativos no dan cuenta cabal del
aprendizaje de los alumnos (Pintrich, Cross, Kozma y McKeachie, 1986). Lo que éstos
hagan con la información -cómo la reciban, repasen, transformen, codifiquen,
almacenen y recuperen- es en extremo importante. La manera en la que procesen
la información determina lo que aprendan y cómo lo hagan, y el uso que den a lo
aprendido.
Las teorías cognoscitivas subrayan la función de pensamientos,
creencias, actitudes y valores de los estudiantes (Winne, 1985). Por ejemplo,
aquellos que dudan de su capacidad para aprender quizá no se dediquen
convenientemente a sus quehaceres o trabajen sin entusiasmo, y pensamientos
como "¿por qué es esto importante?" o "¿qué tal lo estaré
haciendo?" pueden incidir en el aprendizaje. Los maestros deben ocuparse
de tales ideas al planear sus lecciones. Las teorías conductuales no niegan que
existan esas actividades mentales, pero afirman que no son necesarias para
explicar el aprendizaje.
¿Cuál es la función de la memoria?
Las teorías que estudiamos difieren en el papel que asignan a
la memoria en los procesos de aprendizaje. En general, los conductistas no la
han investigado. Algunas teorías conductuales conciben a la memoria en términos
de conexiones nerviosas establecidas a partir de comportamientos asociados a
estímulos externos. Más a menudo, los teóricos debaten la formación de vías
habituales de respuesta y prestan poca atención al modo en que la memoria
retiene esas pautas de conducta y los estímulos que las activan. La mayor parte
de las teorías conductuales considera al olvido como resultado dela falta de
respuesta con el paso del tiempo.
Las teorías cognoscitivas asignan una función relevante a la
memoria. Las teorías del procesamiento de información equiparan el aprendizaje
con la codificación, es decir, con el almacenamiento en la memoria de
conocimiento organizado y significativo. La información se recupera en
respuesta a claves pertinentes que activan las estructuras apropiadas de la
memoria. El olvido es la incapacidad de recuperar la información a resultas de
claves inadecuadas para acceder a ella, interferencias o pérdida de memoria. No
sólo es crucial la memoria para el aprendizaje, sino que también la forma de
adquirir la información determina cómo ésta se almacena y recupera.
Cada postura teórica sobre la función de la memoria tiene
implicaciones importantes para la enseñanza. Las teorías conductuales postulan
que el repaso periódico de las conductas mantiene su vigor en el repertorio de
las estudiantes. Las cognoscitivas, por su parte, acentúan más la presentación
del material de forma que los alumnos puedan organizarlo, relacionarlo con lo
que ya saben y recordarlo significativamente.
¿Cuál es la función de la motivación?
Las teorías del aprendizaje discrepan en torno a la función
que asignan a los procesos motivacionales. Las teorías conductuales ven la motivación
como un incremento en la tasa o en la probabilidad de ocurrencia de un comportamiento,
que resulta de repetidas conductas en respuesta a estímulos o como
consecuencia del reforzamiento. Según Skinner (1968), el condicionamiento
operante no incluye nuevos principios que expliquen la motivación: la conducta
motivada no es sino respuestas aumentadas o continuadas producidas por contingencias
efectivas de reforzamiento. Los estudiantes motivados para aprender eligen una
tarea, persisten en ella y se esfuerzan para tener éxito, y todo ello son
conductas. Los procesos internos que acompañan a las respuestas (por ejemplo,
necesidades, ideas y emociones) no explican por fuerza el comportamiento. Los
estudiantes exhiben su conducta motivada porque fueron reforzados para hacerlo
y porque en su entorno encuentran reforzadores eficaces.
Las teorías conductuales no distinguen motivación de
aprendizaje, sino que se sirven de los mismos principios para explicar
cualquier conducta. Sin embargo, casi todas las teorías contemporáneas opinan
que motivación y aprendizaje se relacionan pero no son sinónimos (Brophy,
1983). Otro punto es que, aunque el reforzamiento motiva a los estudiantes,
sus efectos en la conducta no son automáticos, sino que dependen de la interpretación
de los estudiantes, quienes se entregan a las actividades que creen que van a
ser reforzadas. Cuando el historial de reforzamiento está en conflicto con las
creencias actuales, es más probable que la gente actúe de acuerdo con éstas
(Brewer, 1974). La investigación ha identificado muchos procesos cognoscitivos
que motivan a los estudiantes; por ejemplo, las metas, las comparaciones
sociales, la autoeficacia. Como las teorías conductuales ignoran esos
procesos, no pueden interpretar del todo la complejidad de la motivación
humana.
Las teorías cognoscitivas recalcan más que las conductuales la
función de la motivación en el aprendizaje, y sus opiniones son distintas. Las
teorías del procesamiento de información suelen insistir en las
transformaciones cognoscitivas y en el flujo de información en el sistema; la
motivación ayuda a dirigir la atención e influye en la forma de procesar la información.
La teoría cognoscitiva social subraya la motivación en el aprendizaje (Bandura,
1986). La motivación ejerce un influjo directo en el aprendizaje por observación
-una forma esencial de aprender para los seres humanos- y opera con mucho
gracias a mecanismos como el establecimiento de metas, la autoeficacia y los
resultados esperados (véase el capítulo 4). Aunque esta obra incluye un
capítulo completo sabre motivación (capítulo 8), se trata también en otras
partes para ejemplificar sus vínculos con el aprendizaje.
Como tema de estudio, la motivación comúnmente ha sido
considerada parte del aprendizaje. Los experimentos de Tolman sobre el
aprendizaje latente (véase el capítulo 2), que han demostrado que se podrá
aprender en la ausencia de reforzamiento y que éste influía en el desempeño más
que en el aprendizaje, colaboraron en la separación de la motivación del
aprendizaje y en su establecimiento como materia de estudio por derecho propio
(Weiner, 1990). A veces, los maestros motivan a los estudiantes para que hagan
lo que saben (por ejemplo, en las sesiones de revisión), pero pasan mucho
tiempo motivándolos para que aprendan. Casi todos piensan que no es posible
separar la motivación del aprendizaje y que lo afecta de muchas formas. Los
maestros necesitan considerar los efectos motivadores de sus prácticas docentes
y de los demás elementos en el aula, y asegurarse de que los alumnos siguen
motivados para aprender.
¿Cómo ocurre la transferencia?
Con el término transferencia nos referimos a la aplicación del
conocimiento en nuevas formas, con nuevos contenidos o en situaciones distintas
de aquellas en que fue adquirido. Hay también transferencia en casos en los
que el aprendizaje anterior facilita u obstaculiza el nuevo. Se trata de un
tema muy importante, pues sin ella todo aprendizaje sería situacional. Nos
ocuparemos a fondo de esta materia en el capítulo 6.
Las teorías conductuales sostienen que la transferencia es una
función de elementos idénticos o características (estímulos) similares entre
situaciones. Las conductas se transfieren (o generalizan) tanto como las
situaciones compartan elementos. Así, el estudiante que aprende que 6x3 = 18
debe poder multiplicar en diferentes medios (la escuela, el hogar) y cuando las
cifras aparezcan solas o en el contexto de un problema mayor (como 36x23 = ?).
Las teorías cognoscitivas postulan que la transferencia
depende de la forma en la que la memoria almacena la información. Hay
transferencia cuando los estudiantes comprenden la forma de aplicar el
conocimiento en diversas situaciones. Los usos del conocimiento están
almacenados junto con el propio saber, o es fácil recuperarlos de otro sitio de
almacenamiento. Las situaciones no necesitan compartir elementos; más bien, los
alumnos tienen que entender los usos del conocimiento y creer que éste es
importante.
Las implicaciones pedagógicas de estas opiniones divergen. Según
los conductistas, los maestros deben procurar incrementar la similitud entre
las situaciones y puntualizar los elementos comunes. Estos factores no carecen
de importancia, pero las teorías cognoscitivas los complementan insistiendo en
que las percepciones de los estudiantes sobre el valor del aprendizaje son
cruciales y que los maestros necesitan dirigirse a ellas en su docencia; por
ejemplo, al incluir lecciones informativas sobre los usos del conocimiento,
mostrar la forma de utilizar la información en distintos contextos, enseñar
reglas y procedimientos aplicables en diversas situaciones para decidir qué
conocimiento se requiere y brindar retroalimentación sobre los diversos
beneficios que obtendrán los alumnos a partir de las habilidades y estrategias.
¿Qué forma de aprendizaje explica mejor la
teoría?
Las teorías se esfuerzan por explicar las diversas clases de
aprendizaje, y su habilidad para hacerlo difiere (Bruner, 1985). Las
conductuales subrayan la formación de asociaciones entre estímulos y respuestas
merced al reforzamiento selectivo de las correctas. Aunque no todos los
profesionales están de acuerdo con esta afirmación, parece que estas teorías se
avienen mejor a explicar las formas más simples de aprendizaje, las que tienen
que ver con asociaciones, como los hechos de la multiplicación, el significado
de las palabras de otros idiomas y las capitales de estados y provincias.
Por su parte, las teorías cognoscitivas explican el
aprendizaje en términos de factores como el procesamiento de información, las
redes de memoria, las percepciones de los estudiantes y la interpretación de los elementos del aula
(maestros, compañeros, material, organización). Dada la importancia que
conceden a los componentes cognoscitivos y afectivos, estas teorías se muestran
más adecuadas para explicar las formas complejas del aprendizaje; por ejemplo,
la solución de problemas algebraicos, la extracción de inferencias de los
textos y la redacción de ensayos.
Todo esto no implica que no haya puntos comunes entre las
diversas formas de aprendizaje (Bruner, 1985): aunque en esencia aprender a
leer es diferente de aprender a tocar el violín, ambas actividades se
benefician de la atención, el esfuerzo y la constancia. Quizá no parezca lo mismo
aprender a redactar tesis que a arrojar la jabalina, pero el establecimiento de
metas, la supervisión personal del avance, la retroalimentación correctiva de
maestros o entrenadores y los sentimientos de motivación intrínseca estimulan
las dos clases de aprendizaje.
La enseñanza efectiva requiere que determinemos las mejores
posturas teóricas para cada forma de aprendizaje que nos ocupe y que obtengamos
de ellas sugerencias para la educación. Si la práctica del reforzamiento es
importante para comprender las peculiaridades de la multiplicación, entonces
los maestros deben incluirlo en sus programas. Si es preciso hacerse de las
estrategias de solución de problemas para tener éxito con el álgebra, tendremos
que estudiar las implicaciones de la teoría del procesamiento de información.
Especificar las similitudes y diferencias de las formas de aprendizaje e
identificar los acercamientos efectivos de cada una es el reto constante de la
investigación.